Sueños revueltos. "SURFDATAS"

Este relato es uno de los sueños que un muchacho soñó. Forma parte de un conjunto de sueños creados por escritores de toda España y que forman parte del libro ¨Sueños Revueltos¨.

Autor: Jesús Rodríguez

Ilustrador: Ronald Carmona

Correctora: Mariola Diaz Cano

 

 

SURFDATAS

 

Tras abrir un poco el ojo y ver que el profesor aún seguía explicando aquel tema tan aburrido, Alex se volvió a quedar dormido.

―Hay un flujo de datos muy potente que se dirige a los EEUU ―comentó Alex con sus amigos, Astillo el gorleño y Pinchote el unicornio―. Dicen que a las doce y treinta y dos se producirá la punta más alta. ¿Os apetece?

―No, nuestras tablas son demasiado largas para esas crestas ―respondió Astillo mientras veía la cara de susto que ponía el unicornio al pensar que tendría que surfear aquellas grandes olas―. Preferimos coger la onda telemática que se dirige hacia el sur de Francia. Es menos veloz y sus ondas más planas, pero suficientemente potentes para llegar a la playa tras coger unas pocas series.

―Vosotros siempre pensando en descansar y tomar placas de sol ―les dijo Alex.

―Y tú siempre queriendo pillar las puntas de flujo más rápidas y peligrosas. Disfruta, te esperamos en la playa.

                                                               ***

 

En el año 2047 el científico norteamericano Pormis Jones logró, tras quince años de investigación, ver las ondas que envuelven al planeta Tierra.

—La tecnología actual tiene a nuestro planeta totalmente envuelto, rodeado por tramas de ondas electromagnéticas que se interconectan ―explicaba el científico en una de sus charlas en la universidad estadounidense de las ciencias de la comunicación―. Por estos cables, término que utilizo para que todos lo puedan entender, circula toda la información que intercambiamos los humanos. Si estos cables se pudieran ver a simple vista, tal embrollo eclipsaría el sol. Cada vez que una persona descuelga su teléfono, o pulsa “intro” en su ordenador para mandar un mensaje, se crea uno de estos cables que sale ascendiendo hasta la estratosfera; desde allí, se precipita hasta el lugar donde se encuentre el terminal receptor del mensaje o llamada. Los millones de mensajes, llamadas, o transmisiones de datos que se producen por segundo en nuestro planeta, hacen que estos cables se entrelacen formando fantásticas olas que se desplazan a velocidades cercanas a la de la luz. Les pondré un ejemplo: todos los datos que salen de España hacia Francia se unen en la estratosfera formando una ola que se precipita hacia su destino. Del mismo modo que una ola reparte el agua por toda la playa empapando con cada gota cada diminuto grano de arena, los datos se reparten al caer en cada ordenador, celular o punto de recepción. Para estudiar el posible aprovechamiento de toda esta energía he tenido que pasar muchas horas en las playas y hablar con muchos profesionales del surf para llegar a entender el porqué de las series y, en general, el funcionamiento de las olas y las corrientes.

»Los datos se desplazan como lo hacen las olas: entre ola y ola hay millones de gotas de agua desplazándose en todas direcciones en niveles más bajos. Esto mismo lo hacen los datos que se desplazan en cercanía, dentro de las ciudades y cortas distancias. Los datos que se desplazan a distancias superiores pero dentro de los mismos países o continentes son como las pequeñas y medianas olas que preceden a las grandes series. Estos datos se desplazan a mayor altitud que los anteriores, por lo cual, y al viajar en diferentes capas, no se interfieren. Si nos fijamos cuando estamos en el agua, siempre que viene una ola nos empuja hacia la dirección de su desplazamiento, pero el agua que va más tranquila por debajo de estas sigue su rumbo e incluso podemos notar que se desplaza en sentido contrario. Los grandes flujos de datos son los que más se elevan y al mismo tiempo los más veloces. Una vez que sabemos cómo se desplazan los datos, solamente precisamos conseguir verlos para poder aprovechar esta energía y desplazarnos con ella.

»Un surfista siempre espera, siempre sueña con la mejor ola. Las horas de más tráfico de datos entre continentes producen unos picos de alturas épicas y se desplazan a velocidades que un día podrían alcanzar la de la luz.

En aquella aula se podría oír el volar de una mosca si no fuera porque ya hacía más de veinte años que habían sido desterradas de las zonas que habitaban los humanos.

Tras este silencio aquel científico afirmó tajantemente:

—Los flujos de datos se pueden surfear.  En un futuro no muy lejano viajaremos entre ciudades y continentes cabalgando sobre estas olas.

 

                                                                              ***

 

A las doce treinta, Alex, ya estaba sobre su tabla cogiendo pequeñas olas de datos que le empujaban en la dirección correcta. Ese día había elegido bien, su vientre se posaba sobre su nueva tabla. El shaper más famoso del mundo se la había construido. Había sido fabricada a medida para él. Este privilegio se reservaba exclusivamente para los mejores surfdatas del planeta. Él había sido merecedor tras haber surfeado olas de datos que muy pocos soñarían conseguir.

A las doce y treinta y dos, bajo la tabla, millones de líneas de todos los grosores y colores parecían haberse detenido, todo parecía en calma. De pronto, todas aquellas líneas de luces formaron un grueso bloque multicolor que crecía y se ensanchaba elevándose a cada momento más y más. De todas partes fueron apareciendo más y más tablas. Los mejores surfdatas del planeta se habían concentrado allí. Aquel día y a aquella hora los datos de toda Europa y por primera vez debido a las corrientes asiáticas, los de este continente, se desplazarían en bloque hacia el continente americano. Los cálculos hacían pensar que en esta ocasión alcanzarían velocidades superiores a las de la luz. Lo que en un principio podría parecer un simple viaje entre continentes se había convertido en la competición más importante de la historia. Todos estaban sobre sus tablas dispuestos a surfear aquella gran ola. El ganador sería el que consiguiera llegar al punto más lejano. Si al comenzar a abrirse el flujo de datos que se esparciría por todo el continente, no eligiera bien, se saldría de la ola antes de tiempo y perdería la competición quedando en Cuba o Florida. Si elegía bien, podría llegar hasta Chile donde se encontraba el último receptor, el que le daría la victoria.

 Al instante, la tabla comenzó a elevarse por la gran pendiente que la perseguía. Al llegar a la cresta más alta, Alex se puso en pie dispuesto a deslizarse hasta el vecino continente que, desde aquella altura, veía del tamaño de una hoja de su atlas.

                                                                             

***

 

El profesor de Conocimiento del Medio de aquel año era un hombre de avanzada edad. En su cara, marcada por el paso de los años y bajo su redonda y roja nariz, se dibujaba un bigote canoso de pelos gordos y duros. Bajo este, en el lado izquierdo de su boca y sujeto con los dientes, un lápiz de color rojo con el que tachaba todo lo que no le gustaba ver en las libretas de sus alumnos. Sobre su nariz, unas pequeñas gafas con unos diminutos cristales se apoyaban sobre su redondeada punta. El profesor se acercó al pupitre de Alex, inclinó la cabeza y mirándole fijamente por encima de las pequeñas gafas le dijo:

―Oiga pollo, por mi reloj ya son las doce y treinta y dos minutos. ¿Tras más de media hora de clase, me va a enseñar de una vez dónde queda Chile, o se va a pasar la clase entera buscando en su atlas?

Al despertar tras la pregunta del profesor y tras el codazo de su compañero de pupitre, el dedo índice de su mano derecha indicaba en su atlas la situación de Chile.

―Muy bien ―dijo el profesor, que continuó caminando por el pasillo entre pupitres en busca de algún otro despistado.

«¡No, no, no... esto no puede ser ―pensaba Alex mientras intentaba escapar de lo que, para él, era una pesadilla― estoy surfeando datos, no en clase de Cono!»

Cerró los ojos con tal fuerza que su cuerpo tembló. Su compañero de pupitre no salía de su asombro al ver con que tranquilidad, Alex, decidía seguir durmiendo.

 

                                                                              ***

 

En el pico de la gran ola, y también de pie sobre sus tablas, se encontraban los elegidos. Los ocho mejores datariders del planeta se daban cita en la que iba a ser la competición más importante de la historia. Muchos otros se mantenían sentados sobre sus tablas. Habían querido estar en primera línea para ver a sus ídolos surfear.

Las olas de datos de estas dimensiones curvan sus crestas sin llegar nunca a romper. Los datariders pueden surfear su escape cambiando de dirección y altura con respecto a la ola. En estas competiciones los datariders toman la ola separados no menos de cincuenta metros el uno del otro. Las normas de competición permiten cruzarse una vez están corriendo el escape, e incluso sacar de la ola al contrincante.

Los datos pasaban bajo sus tablas a gran velocidad. El espectáculo multicolor formado por los millones de diminutos hilos serpenteantes que rozaban sus pies, llenaban el escenario de líneas de color que se iban abriendo cada vez más. Uno de los datariders que estaba en competición intentó jugar  sucio cerrando a Alex y obligándolo a subir hacia el pico de la ola. No tenía forma de escapar. A cada maniobra para zafarse de su  contrincante este respondía anticipándose y cerrándole la zona de escape. Alex tuvo que tomar una difícil decisión. Subió la ola a gran velocidad hacia el pico. Alex y su tabla salieron despedidos por el aire. Con su mano izquierda sujetó la tabla haciéndola girar. Su contrincante quedó boquiabierto al ver pasar la tabla de Alex a no más de diez centímetros por encima de su cabeza. Lo había conseguido. Alex siguió surfeando su ola mientras veía como aquel que había intentado sacarle, se quedaba desapareciendo tras la cresta.

La lucha que se había visto obligado a mantener con el australiano de la tabla azul le había sacado de su línea de dataflujo. Tenía que regresar a ella o perdería la competición. En el momento en que las líneas se separan ya no es posible salir de la que has elegido y Alex sabía que le quedaba poco tiempo para regresar. Giró bruscamente cogiendo el escape hacia la derecha y dejándose caer a gran velocidad por la pared de la ola. Las líneas de datos sobre las que surfeaba perdían potencia por momentos y las turbulencias bajo su tabla recordaban las espumas de las olas tras romper. Tenía que alcanzar la suficiente velocidad para salir de esas líneas que parecían estar llegando a su destino. Subió nuevamente hacia la cresta de la ola y tras un aéreo durante el cual casi pierde su tabla, consiguió librarse y entrar en el flujo con escape limpio que le haría avanzar hacia la meta. Al mirar atrás pudo ver cómo aquellas líneas turbulentas se precipitaban bañando la isla de Cuba.

Una extraña corriente comenzó a cambiar la forma de la ola. La cresta comenzó a cerrarse formando un gran tubo. La resaca de la ola que había bañado Cuba era la causante. Alex se agachó sobre su tabla y con su mano derecha, mientras corría en busca de la salida de aquel tubo, tocaba la pared de la ola. El miedo a que los datos se precipitaran sobre él antes de lograr salir era grande, pero más grande era la sensación de dominio y libertad que sentía tocando la pared de aquel tubo que le envolvía. La tabla fabricada por el mejor shaper del mundo le hacía sentirse el mejor datarider. Avanzaba por el tubo cada vez más cerca de su salida. Al llegar a esta, y cuando pensaba que lo peor ya había pasado... El escape de la ola había desaparecido y solamente había una inmensa pared de líneas de datos que parecían caer verticalmente hacia el abismo. Alex cayó al vacío pero en ningún momento perdió la calma. Se aferró fuertemente a su tabla dispuesto a soportar el tremendo impacto que se produciría al llegar al fondo. La pared poco a poco se fue inclinando hasta que Alex pudo apoyar su tabla y continuar surfeando. Esta no dejaba de curvarse hasta llegar a formar una u. Alex se encontraba en el centro, entre las dos paredes que parecían hacerse a cada momento más y más verticales. Decidió subir la ola antes de que fuera demasiado vertical, se cerrara y lo engullese. La velocidad que había alcanzado al caer al abismo le ayudó a subir la nueva pared y salir despedido realizando el aéreo más loco de su vida. Al caer sobre la espuma de líneas de datos del otro lado pudo sentir cómo estas, suavemente, le llevaban hacia su destino. Muy pocos minutos después de haber comenzado a surfear la gran ola, Alex saboreaba el triunfo bajándose de su tabla en Antofagasta, Chile.

 

***

Una voz de ultratumba perturbó aquel momento de éxito.

                ―Oiga pollo ―gritó el profesor mirando a Alex por encima de sus ridículas gafas―, ahora sí que le he pillado durmiendo.

―No señor ―respondió tímidamente― no estaba durmiendo.

―Pues demuéstremelo. A ver si es capaz de decirme dónde queda Antofagasta.

                ―Alex levantó la cabeza que descansaba sobre su atlas, su dedo índice indicaba la situación exacta, y su cara, al mirar al profesor, esbozaba una gran sonrisa.

                ―Tengo que reconocer ―continuó el profesor― que aunque parecía dormido ha sabido responder, pero dígame… ¿por qué esa sonrisa?

                ―¡¡¡Porque he ganado!!!

                El profesor, aunque no entendió el significado de tal respuesta decidió continuar con la clase.

                Alex se quedó pensando… «Esta noche me acostaré pronto. Tengo que contárselo a mis amigos  Astillo el gorleño y Pinchote el unicornio».