4ª Salida del club de los gorleños.

Día 24 – 3 – 12

Zona de búsqueda: Melendreros.

Buscadores: Alejandro y Jorge.

Guías: Jesús y María.

Salimos de Gijón a la una del medio día, llegamos a Melendreros y nos encaminamos hacia el Molín de  Honorio.

Un perro grande y negro como el azabache, nos acompañó durante todo el camino.

En esta ocasión también nos custodió nuestro perro Nico.

Dos Adultos, dos niños y dos perros, ya de por sí, toda una aventura.

Para Jorge era la primera vez que se adentraba en el monte.

A no más de un kilómetro del punto de salida, los buscadores vivieron la primera aventura del día. En un regato que cruzaba el camino, descubrieron el cadáver de “una bestia”.

El tamaño y lo afilado de sus incisivos no dejaba duda, se trataba del cuerpo de un gran depredador, un lobo, un zorro o alguna otra alimaña. Había que andar con cuidado, otras bestias de la misma especie podrían estar acechando. Seguimos camino… no sin mirar hacia atrás de vez en cuando.

Jorge descubrió su primer gorleño.

Con su boca abierta, parecía estar desperezándose después de tomar una relajada siesta.

Un poco más adelante, nos enseñó un árbol donde se podía ver perfectamente la cara del capitán Barbosa.

Jugaron con un gorleño que mostraba la cara de un mastín, un pequeño palo en su boca, simulaba un cigarrillo.

El perro que nos acompañaba era muy obediente, tanto, que Jorge le lanzó una piedra para que se la trajera, esta calló por un profundo terraplén y fue a dar al río. El perro sin pensarlo se precipitó por este y bajó a buscarla, cogió la piedra y sin soltarla, se dispuso a subir, no podía, era tal la cuesta y lo escarpado del terreno, que resbalaba.

Lo intentaba una y otra vez y nosotros desde arriba le dábamos ánimos. Nuestro perro Nico, desde el borde observaba la situación. En un momento y sin pensárselo, salto y bajó hasta el río donde estaba el otro perro, no sabemos si lo hizo para darle  ánimos, pero lo que sí sucedió fue que después de varias intentonas, cuando ya pensábamos en tener que buscar una ruta alternativa de acceso al río para poder sacarlos, los dos subieron y llegaron hasta nosotros. Lo más curioso es que después de pasar todo lo que pasaron, la piedra que Jorge había lanzado estaba en la boca de “eh tú”.

Comimos en el primer molino, a continuación lo inspeccionamos. Jorge y Alejandro bajaron al río a la zona de la rueda entrando en la parte baja del molino, un extraño ruido procedente de la parte alta les inquietó. Se quedaron paralizados, no sabían qué hacer.

Hace más de doscientos años, en el molino de un pueblo cercano, había sucedido algo. Un niño se había despistado de sus padres y se había aventurado solo por el bosque, se perdió, y cuando la tarde estaba a punto de dejar paso a la noche, vio un viejo molino, la puerta estaba abierta, en su interior una mesa, una silla y un candelabro con una vela, a su lado, una caja de cerillas, Se sentó y se dispuso a encender la vela, al abrir la caja se percató de que esta, en su interior, solamente albergaba una cerilla. El temor  de que esta se apagara sin llegar a encender la vela le hizo dudar, de todas formas no intentarlo no era la solución, sin luz ya estaba, así que encender la cerilla era lo más sensato. El molino estaba totalmente a oscuras, solamente un pequeño haz de luz traspasaba el sucio cristal de la puerta. La caja en su mano izquierda, la cerilla en la derecha y en su mente la decisión tomada. En el preciso instante en que se disponía a rascar la cerilla… un ruido,  alguien o algo rascaba el cristal de la puerta, frenó su mano ¡no debía de encenderla! ¡la luz le descubriría! Su mirada fija en la puerta, no había nada ni nadie. Paralizado por el miedo, deseó ser una estatua o una pieza del mobiliario de aquel viejo molino, no importaba el qué, algo que le hiciera invisible. La puerta se abrió lentamente, una sombra en el suelo hacia adivinar que tras ella, una terrible bestia se escondía. El terror le produjo un espasmo,  su mano tembló violentamente rascando el fósforo, la cerilla se encendió y la sombra con la luz de esta desapareció. Encendió la vela y gracias a su luz, sus padres que le estaban buscando dieron con él. Nunca se supo de qué clase de terrible bestia se trataba pero… se  dice que vaga errante por todos los molinos de la zona en espera de sorprender al niño  que no se atreva a encender la cerilla.     

Alejandro y Jorge seguían sintiendo aquel extraño ruido. Se asomaron  por un lateral del molino y…

- ¿Eras tú el que hacía ese ruido?

- Vale, tengo que reconocerlo, me habéis descubierto. Otra vez será.

 

Seguimos ruta hasta el rio, el vigilante del puente no estaba. Curiosos estos gorleños  ¿cambian de sitio?  ¿se esconden? … todo un misterio. Tras jugar con los perros en el río regresamos al punto de salida. Fue un buen día, vimos gorleños, el cadáver de un depredador… 

Hasta la próxima aventura.  ¿Te apuntas?

 


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Eltiempoenasturias


Fotogalería: 4ª Salida del club de los gorleños.

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