3ª salida del club de los gorleños.

Salimos desde el caño de Fuente Santa, en el concejo de Nava. Nos dirigimos hacia Las hoces del Pendón. Un grupo de seis adultos y tres BUSCADORES. En esta ocasión el guía será Kike (Es el que trajo la chuleta).

No habían transcurrido más de quince minutos de ascensión cuando el primer gorleño se dejó ver. Alejandro pasó muy arrimado a su árbol, pudimos observar cómo nos mostraba su cabeza, no pueden evitar salir a curiosear.

Pasado un buen rato y ya en una zona más alta del monte, pudimos ver un grupo de cabras en la pica de un peñasco. Entre ellas… ¿Qué animal era aquel que estaba agazapado en espera de saltar sobre su presa? ¿Podría haberse escapado del parque de Cabárceno? Estábamos lejos pero… sabíamos que los leopardos recorren grandes distancias en muy poco tiempo… Un silencio sepulcral se adueñó del monte, la suave brisa, no se atrevía ni a mover las hojas de un pequeño arbusto que teníamos a nuestro lado, pero transportaba el inconfundible aroma de la sangre, sangre fresca y caliente de aquel pequeño cabritillo, el que aquel terrible depredador había escogido… sería su comida para aquel día. Aquel animal se comenzaba a mover. Dos buitres sobrevolaban la zona, carroñeros que limpian los montes de los restos que otros animales dejan. Se disponía a atacar, en breve sabríamos de qué especie se trataba…

- ¡VAAAA ES UNA CABRA!

- ¡SÍ PERO ES DIFERENTE!

- ¡SI SI CLARO, DIFERENTE!

- ¡SI PORQUE TIENE PINTAS!

- VALE ANDA VAMOS.

Llegamos al alto donde comienza el paso de las hoces del Pendón. Desde este punto, el camino asciende muy, pero que muy suavemente.

Tras cinco minutos de camino, Marta, Alejandro y Diego, descubren una pequeña cueva horadada en la roca. La entrada a esta es muy estrecha y casi inaccesible, tampoco sabemos lo que nos podemos encontrar en su interior, como siempre, se impone la prudencia. Los tres quieren entrar en ella pero…

Será Andrade, uno de los “adultos” el que lo haga. La cueva no tenía mucha profundidad pero sí serviría de refugio para dos personas en caso de precisarlo.

Con la linterna pudo ver la cama hecha por algún animal, sin duda, ZORROS O LOBOS, habían pernoctado allí.

Las hoces terminan a nivel del rio, podíamos acceder a él. Las pozas de agua cristalina, las pequeñas cataratas y todo esto unido al cálido día, invitaban a bañarse. Un dedo en el agua cambió por completo aquel momento veraniego. Lo dejaremos para mejor ocasión.

El vigilante del rio estaba allí, no es un gorleño, es otro de los seres que habitan en los bosques, es uno de tantos cuidadores de la naturaleza. Claro, los que aún no habéis leído la verdadera historia de los gorleños… no lo podéis entender muy bien, pero tranquilos, todo a su tiempo.

Este es muy grande y bastante mal encarado. Se nos presentó con la boca muy abierta, como si nos quisiera comer, pero no, solamente lo hace para advertirnos de que estamos en sus dominios y que tenemos que respetar sus cristalinas aguas, nos enseña que no debemos tirar cosas ni contaminar nada. Todos queremos volver a hacer esta ruta dentro de muchos años y encontrar todo igual de limpio y natural como en este momento. Todos queremos que los que vienen detrás puedan disfrutar, como nosotros, de las maravillas que nos ofrece la naturaleza.

Seguimos ruta hacia Mallau pastor donde paramos a comer.

En el camino nos tuvimos que apartar de unas cabras que bajaban sin frenos.

Una tranquila comida al lado de una de las cabañas y una pequeña aventura después de comer.

Los tres se fueron a dar un paseo. Nico, nuestro perro, les acompañó. Después de un rato les seguí, no quería dejarles solos en el monte.

Se adentraron en el bosque, jugaron con unas lianas y hasta encontraron un trono de piedra al pié de un árbol. Marta se separó un poco del grupo y llamó por radio diciendo que no la llamáramos, la podrían oír. Unos chicos mayores se acercaban, ella se escondió para que no la vieran ¡TRAÍAN PERROS DE PRESA! lo cierto es que daba un poco de miedo. Nico salió corriendo hacia ellos, no le pudimos parar, se oyeron ladridos y algunos gritos. Marta ya se había reunido con nosotros. Los tres corrieron a esconderse. Yo no puedo correr, por lo cual, les avisé por radio, me quedaría a ver qué pasaba con nuestro perro, me escondí muy cerca de donde se oían los ladridos. Durante un minuto no se sintió ningún ruido, al instante aparecieron Marta, Diego y Alejandro. Se habían armado con piedras y palos, no estaban dispuestos a permitir que aquellos perros hicieran daño al nuestro. De entre la maleza salió Nico y tras él ¡TRES PERROS! Al instante, unos jóvenes aparecieron por el camino. Al ver la situación, nos indicaron que no nos preocupáramos, sus perros eran buenos. El peligro, había pasado.